Montaña Ávila Solís










La emboscada


       Todo estaba muerto. A veces dudaba si yo mismo lo estaba, allí, agazapado, entre hierbas y matorrales, apoyado contra el tronco de un árbol. Llevaba así alrededor de una hora, y tenía los pies y las piernas entumecidos, estaban muertos, como yo. O quizá era todo un mal sueño.
       Todo había sido muy rápido, iba con mi escuadrón, como todos los días, realizando la inspección rutinaria de la zona. Y ya habíamos penetrado en la zona más pequeña y con más vegetación, la bonita que a todos nos gustaba; cuando, no se sabe de dónde, salió un disparo. Cayó el primero. Venia de la copa de un árbol. Resulta que aquel grupo, que por su aspecto parecían los nativos de la zona, totalmente inexpertos, nos atacaban desde el cielo. Todo fue muy rápido. Comenzó una ráfaga de disparos que iban a todos los lados y a ninguno. Solo se oían gritos y gemidos, el olor a pólvora lo inundó todo. El polvo del suelo, de las hierbas, con los movimientos de mis compañeros, se elevó, y no dejaba ver nada. En dos minutos, una masacre. Yo, no sé cómo, reaccioné, viendo que iba a morir al igual que mis compañeros, ya que todos se habían vuelto locos, y lo único que hacían era disparar. Era imposible salir de allí. Me tiré al suelo, a un montón de hierbas que había a mi lado, y me escondí. Al poco de esconderme, no habría transcurrido un minuto, cesaron los tiros. Todo se convirtió en silencio. Un silencio grande, que anunciaba, muerte. Toda.
       Cuando reaccioné, me arrastré, y comprendí que todavía estaba vivo. Me incorporé, y caminé despacito, con miedo. Todos estaban muertos, y yo, ni siquiera un rasguño. Salí de aquel cementerio, anduve unos pasos, y ante mí apareció un piano. Me acerqué nada más verlo. Recordé que mi hija quería aprender a tocar el piano. Mis compañeros no volverían a ver ni a sus hijos ni a sus mujeres. Me acerqué para tocar una tecla, para oír un sonido bello. Lo necesitaba. Me gusta mucho la música. Sabia en esos momentos, que si no sentía algo bello en mis sentidos, me iba a volver loco.



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Llueve sobre mojado


       Tres sillas envueltas en lluvia. Esa que te dije que caería el día que tú volvieses. A mí. Te confundes, lo siento. Siempre te confundes. El amor no es para ti. Tú te enamoras de cualquiera. El amor nunca es sufrimiento. Si no, no es amor de verdad. El único dolor que puede existir es cuando esa persona desaparece, muere. Ahí sí existe un sufrimiento que no tiene cura alguna. Aunque lo intente, cualquier psicólogo, cualquier psiquiatra, calmar tu dolor. No lo conseguirá. Sólo lo hará el tiempo, ese tiempo pétreo, implacable, imperdonable. Que sigue con sus segundos, minutos, horas… siempre alegre, al que no le importa si tú estás bien o mal.
       Cuando hay tres personas sobra gente. Si se piensa en amor. Pero aquel que no ve dónde está el amor, aunque lo tenga delante de él, está condenado a fracasar. Siempre lo hará. El amor nunca es egoísta. Nunca daña. Nunca exige. Nunca traiciona. Alguien que ha amado de forma incondicional, sabiendo que ese amor nunca podría hacerse realidad, sabe perfectamente lo que es. Y ya no se conforma con menos. Pero si tú no lo ves, quizá un día ese tiempo me dirá, ¿qué haces?, lo estás perdiendo. Deja que siga equivocándose, yo soy el tiempo, sé lo que digo, de qué hablo, todos los días os veo.



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Personas


Me gusta la gente que sufre,
la que sabe lo que es perder,
la que muerde el polvo,
la que dice tacos,
la que ha visitado el infierno,
la que se ha sentido completamente sola,
la que ha carecido de las peores carencias,
la que ha estado al borde del suicidio,
la que ha tocado la locura,
la que sabe lo que es llorar amargamente,
la que sabe lo que es amar de verdad,
la que ha aprendido qué es lo importante,
la que ya conoce a las personas,
a la que ya no le importa la opinión de los demás,
la que da su opinión sincera,
la que no engaña,
la que no codicia lo que todos codician,
la que hoy te puede querer, y mañana no,
la que no cree en verdades absolutas
ni en amores para siempre,
la que sabe que la gente miente,
la que no cree en cortesías ni pleitesías.
La que se ha comido la vida,
se la ha bebido,
sorbo a sorbo, trago a trago.
Son las únicas personas que saben
de verdad lo que es la vida.
Y disponen de varios caminos,
llevarla de manera digna,
volverse una hija puta,
o tocar completamente la locura,
olvidando la realidad de un mundo,
burdo, absurdo, y cruel.
Como decía el poeta Panero hijo,
mente lúcida, inteligente y sincera:
“en la infancia vivimos,
después, sobrevivimos”.



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La tristeza de la guitarra


La guitarra está triste,
encerrada en su funda,
nadie la toca.
Quisiera que la abrazaran,
dulcemente,
le arrancaran una nota.
Caja de madera fría,
sus cuerdas, muy duras,
dibujos, desdibujados.
Y su alma, rota.



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El método



       El sistema educativo finlandés es uno de los mejores del mundo. Finlandia es un país que destina grandes recursos a la educación, pionera en un proyecto contra el acoso escolar; bullying, sencillo, pero eficaz. Este método consiste en no centrarse en la dialéctica de la confrontación entre víctima y acosador, sino que se basa en la actuación sobre los alumnos testigos que se ríen de tal situación. En muchos casos los espectadores interiorizan que lo que pasa es normal, incluso divertido, aunque tengan una opinión subyacente. En resumen, el programa se basa en intentar que los espectadores no les rían las gracias a los acosadores. Y el bullyin ha bajado en un 80% en Finlandia.
       Pero, si este método lo extrapolamos a otros aspectos de la vida, podría usarse perfectamente, y ser, igualmente, sencillo, y eficaz. Por ejemplo, las denuncias que ha habido este año sobre acoso a las mujeres y violaciones en los sanfermines. Esto no es algo exclusivo de este año, siempre se han producido, pero las denuncias de mujeres y la repercusión que ha tenido en estos sanfermines, no tiene parangón. Salió en los telediarios y hubo manifestaciones contra el acoso y las violaciones, allí, en Pamplona.
       Igual puede pasar contra la violencia doméstica y de género. Cuando una mujer denuncia, o no, en muchísimas ocasiones con lo que se encuentra es con un silencio y una soledad muy grande a su alrededor. E incluso de su propia familia. El “no quiero problemas”, “es un conocido”, “conozco a su familia”, etc. en muchas ocasiones es cómplice de muchas muertes. Esto, da alas al acosador, no se siente rechazado, lo ve como algo normal. En fin, soy el gallito del corral.
       Este sistema, siendo osada, se puede incluso aplicar a la política. Ese silencio de much@spartidari@s de un partido al que han sido afiliad@s y/o simpatizantes, y que está robando a manos llenas, no ayuda nada. Cuando pasen los años y se analice bien lo que está ocurriendo, ante todos los suicidios a los que asistimos de forma impasible, y otros suicidios pasivos, diré, por ejemplo, en sanidad (no administrar a los pacientes el Sovaldi), seremos tan cómplices como esos que se callan ante la violencia doméstica. O como esos niños que ríen las maldades del acosador.
       Tod@s sabemos perfectamente lo que está bien y lo que está mal. Espectadores ante el bien y ante el mal en este teatro que es la vida. Luego cada cual decide lo que hace.