Cercando el hueso
Con todas sus heridas como mariposas desnudas,
posadas en la ternura de tus manos,
mirando lugares
niegan el regreso
y se equivoca la piel cansada olvidando,
desorientada,
(suplicando el aire helado de tu pecho)
se derrama en crispación por la brevedad a oscuras,
por el hastío orbitando mis perfiles
chocando entre tus manos.
La humedad de su raíz generosa,
agitada,
rompe el llanto que explota enjugando mi nuca,
inhumana todavía,
brotando a bocanadas sombras como voces en el descampado.
Nadie estuvo en el desorden atroz vuelto sequía.
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Persigue y vuelve
El peso arrastra al cuerpo.
Jugando persigue sorprender la ausencia
envuelta con máscara de lobo
y esclava de un viento que arrasa la tierra,
atravesando enloquecido su sombra inmóvil.
Se borró la melodía en la brevedad del murmullo
solapando aquella sonrisa fiera.
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Dádiva inmanenteTu boca fue hecha
de cielo dolorido y sediento,
yo espero aún bajo su humo abismal.
Necesité el silencio durante la tempestad,
derribé campos erguidos,
amamanté sombras florecidas en ramas infinitas,
sus primitivas cartas que alguien talló
ya no me pertenecen.
(Ahora tenemos la piel de la flor
encajada en un poema)
Incrédula conjugo la espina y tu ternura
cabalgando en sueños
donde muerdo mi deformidad silente
con un blanco inhóspito, desolado,
atravesando tus dedos y su piedad
donde ya no existe el miedo.
Sus filigranas apocalípticas
trabajan en el plenilunio absoluto
redimiendo la memoria,
guardando la oscuridad adentro
a la izquierda de su mano geométrica.
Bajo una higuera ingrata,
crujen sus gritos y danza su esqueleto
como en el baile de los ahorcados
en el poema de Rimbaud.
Balbuceo el brillo de la soga que araña mi circo,
cierta inercia acaramela la cueva en mi garganta,
para explicarte…
que me deduzcas la prudencia ciega
propensa a encontrarse con la jaula.
Voy a rasgarme las vestiduras,
el cuerpo tensa, pero resiste.
Frente al verde de tus letras
caminaré vagabunda por tu metáfora inmutable.