Ana Galán Vigo














Siempre aquí

(A Alejandro Torres in memoriam)


Los árboles nos dejan verte a ti
y del bosque su gran profundidad.
Verso a verso se plantaron
en el lugar del bien hallado nombre
“Aula de los Encuentros”.


De miércoles a miércoles
pleno en savia el ramaje,
savia del sabedor
de toda urdimbre poética.


Desde sonetos rama,
el traje del sarcasmo
hilo a hilo vistiendo la sonrisa,
a sonetos hoja,
haz y envés del amor
que nos temblaba dentro.


Tantos poemas flor y fruto
en cualquiera de las estaciones
juntaron suelo y techo al corazón.


Y un día descubrí tu ser festivo,
ser tan del canto
como del brillo en las pupilas,
las noches de llamada a celebrar.


Con mi canto hoy solo llego
a la piel de tu grandeza.
De mi mente a los ojos
cuento y canto porque siento
lúcida aún sobre la silla
como suena tu voz.




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Como un vuelo



Desde lo más profundo
despierta y se alza,
tensa las cuerdas,
sube a los labios hecho voz.


En tan corto camino
el deseo es llamada,
urge a todos los nombres.


Las palabras se adueñan del aire,
abren de par en par cada memoria,
entre silencios crece un árbol.


Un tupido ramaje gris
distribuye la savia,
a los ojos, a los oídos,
tal vez llegue al temblor.


Trozos de ti escapan,
como gorriones de vuelo neófito,
buscan un nuevo nido,
en el gesto, o en la mirada,
si cabe, en el hondo respirar.


Lo que te dice si los versos,
briznas de rama y hoja,
se cuelan hasta el fondo,
traban calor y herida.


Voló el poema,
después ya nada importa.




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Despertar



El sueño despierta,
la nieve me dibuja otro día.
Sobre la almohada, los deseos,
la noche los grabó a punta de estrella:
el diálogo desnudo,
la caricia en el alba de las manos.


Un halo de realidad
los hilvana en la conciencia.
Esa luz que oscurece el aire,
los difumina, revolotean,
se descolocan.
Como acuarela de olas azules
sueñan vivir en un cuadro
y no hay sol que desee pintarlo.


Solo esos copos de inagotable ternura
se esfuerzan en aclarar el día,
blanca huida en lágrima,
besos de agua sobre el cristal.