Milagros Salvador













Sin estrella de Oriente


Camino de Belén,
se ha perdido su luz,
el mito que adornaba nuestra infancia
en los felices días de diciembre.
Pasados dos mil años,
esta tarde nos llegan las palabras
con lágrimas de sombra,
igual que un viejo amigo,
tierra, cercano oriente que hoy te siento
con el dolor que marcan las heridas,
y le pido no sé si a Dios o al Hombre
que regrese de nuevo a visitarnos,
para poder mirar el cielo
con los ojos más limpios,
y borres la sombra de la cruz
que se ha posado encima de la noche,
y envía dos ángeles que anuncien
de nuevo la paz en Palestina.



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Los poetas antiguos



Sabían que las cosas tienen alma
los poetas antiguos,
que temblaban las aguas de los mares
cercana la tormenta,
que los valles se encogen ante el trueno
y el paisaje descansa
sobre el incipiente verdegay,
que el horizonte también se desvanece
al ritmo de las horas,
que los árboles sueñan en las noches más largas,
y las hojas contemplan en su altura
la resignación de los caminos,
los arroyos que llevan la prisa de la infancia
recordarán los juncos que ofrecieron
sus verdes despedidas,
mientras la noche nos contempla
con sus lejanos ojos despupilos,
y en la sombra, golpea nuestra carne.



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Caballito de madera



Noble tronco vencido
que prestaste tu carne
tatuada con vivísimos colores,
para la fantasía de mis juegos.
Tus ojos no miraban el camino
que como una guirnalda se extendía
por mi imaginación,
suave trote con ritmo balanceado
movía la emoción de la aventura
en las pacientes horas de la tarde.
No hay puntos cardinales en los sueños,
ni necesita mapa el corazón.
Acariciando tu cabeza
yo descendía de tu silla,
donde la tierra comenzaba
a ser la realidad.
Caballo de madera,
astillas, fuego, luz, ceniza
de una muerte sin gloria,
hoy cabalgas de nuevo
con galope estrenado,
por el camino transparente
que une la infancia con la vida.