El libro de la vida
Cuando llegó a la página 3123 decidió cerrar el libro de su vida. No había escrito ni una sola línea, pero decidió dejar algo para la posteridad y, en la última página, escribió: "Todo lo que he sido y seré se va conmigo, salvo éste breve párrafo. Estoy seguro de que, pasadas varias generaciones, permaneceré tan en el olvido como tantos otros escritores que llevaron su pensamiento y existencia al papel. Mi vida da para una obra voluminosa y pienso que ha sido interesante y rica en experiencias. Pero me encuentro lúcido y no quiero ni siquiera tener la esperanza de que alguien se conmueva con mis reflexiones y mi historia. No dejar nada escrito, salvo este final, no sé si es un acto de generosidad o de egoísmo. Pero ya no tiene remedio"
Pasó mucho tiempo, quizás uno o varios siglos, desde aquellas líneas trazadas y, en un viejo desván, encontré ese libro. En el margen derecho había una acotación que decía así: "Querido padre. Cada noche leo una de las páginas, que tú creíste en blanco, de tu libro. Y al detenerme en ellas, junto al recuerdo de tu cara y tu sonrisa, veo tantas cosas que me esfuerzo por no llorar".
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Voces
Le habían dicho que los locos oían voces. Voces que no sabían muy bien de donde provenían. Y él las escuchaba. Rodeadas de ruido, sin claridad, pero eran voces. Decidió experimentar, investigar, no aceptar la realidad de su locura.
Cuando en 1896 Guillermo Marconi inventó la radio pudo decir a la Humanidad..."¿Veis como mis voces eran verdad?".
Cuando en 1896 Guillermo Marconi inventó la radio pudo decir a la Humanidad..."¿Veis como mis voces eran verdad?".